He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

jueves, 29 de diciembre de 2016

Postdata

…Te quiere, mamá.
P.D. Por cierto, no vengas mañana a comer. Tu padre y yo tenemos que ir a ver a la abuela. Por lo visto últimamente pasa mucho tiempo con un señor que ha conocido en la residencia. Incluso pidió que la cambiaran de habitación para compartir una con él. Nos hizo gracia, claro, y nos gustó oírla tan contenta. Pero ayer llamaron diciéndonos que tenemos que hablar con ella. Ya te contaremos, pero parece que hay mucha gente quejándose porque tu abuela y su amigo no dejan dormir a nadie con tanta risita y tanto gemido nocturno.


La directora
Estimada Sra.
Me pongo en contacto con usted para comentarle algunos sucesos ocurridos recientemente relacionados con su madre y que están afectando a la buena marcha de las hábitos de nuestra residencia.
Como sabe, el espíritu de nuestra casa es que quienes residen aquí se sientan efectivamente como en casa. Queremos que éste sea su hogar y que disfruten de sus años dorados con toda la libertad y felicidad que sea posible. Desde esta perspectiva, abierta, tolerante y de atención personalizadísima a nuestros residentes, somos receptivos a todo tipo de comportamientos siempre que no trastornen el buen funcionamiento de esta pequeña sociedad que formamos.
Recientemente su madre, como sin duda usted conoce, ha entablado una relación muy estrecha con otro de nuestros residentes, un señor de su edad, como es fácil de imaginar. Hasta ahí, naturalmente, no hay ningún problema. Hace algunas semanas nos solicitaron si era posible un cambio de habitaciones para poder compartir una entre los dos. Viendo que ambos estaban ilusionados con la idea, y muy lejos de sospechar que eso pudiera ocasionar el más mínimo problema, accedimos a su petición y les trasladamos a una de nuestras habitaciones dobles.
Cuál sería nuestra sorpresa cuando pasaron los días, y comenzamos a recibir numerosas quejas de otros de nuestros residentes, en las que nos comunicaban que su madre y el señor mencionado, estaban provocando numerosas molestias por sus actividades nocturnas.
Como ya sospechará, me resulta enormemente embarazoso transmitirle estos hechos y prefiero, si puedo evitarlo, no entrar en detalles escabrosos. Pero sí me gustaría pedirle su comprensión ante un comportamiento tan irregular y desearía solicitarle encarecidamente que nos hiciera una visita tan pronto como fuera posible para que hable con su madre y le haga saber que sus nuevos hábitos están resultando molestos para algunos de sus compañeros.
Sin otro particular, pidiéndole disculpas por las molestias que este imprevisto tan desagradable le pudiera ocasionar, y esperando podamos vernos a la mayor brevedad posible, me despide de usted atentamente.


El nieto
Hola. Que si quieres quedamos mañana al mediodía como habíamos hablado. Al final no voy a comer con mis padres. Mi madre me ha escrito un mail contándome que tienen que ir a ver a mi abuela a la residencia. ¡Muy heavy! Me dice que mi abuela se ha ligado a uno de los abueletes que están con ella allí. ¡Flipa! Por lo visto se han pedido una habitación a pachas y todo, y se pasan las noches sin parar de follar... Así que la directora de la residencia está ya frita de las quejas de los demás viejos y ha llamado a mis padres para que le pongan las pilas a la abuela y le pidan que se corte un poco... Aunque parece que quien últimamente le pone las pilas a la abuela es su colega... jejeje...


Unas residentes
—Parece mentira, una señora de su edad, tan seria.
—Y ese señor, que también parecía tan formal.
—Bueno, yo a él le he visto siempre un poco más zascandil de lo debido. Alguna vez me pareció que tenía las manos un poquito más largas de lo normal, fíjate lo que te digo. ¡Un fresco! De hecho creo que fue él quien pidió que les dieran una habitación para compartir.
—No sé qué decirte. Él será más o menos golfete, pero ella es una mujer y debería tener más cuidado.
—La verdad es que hay que ser descarados para, con la edad que tenemos todos aquí, estar juntos en la misma habitación. ¿Qué se creerán esos dos que van a hacer a estas alturas? Ese hombre será muy zascandil, como tú dices, pero lo que tiene ahí estará ya más seco que una mojama...
—¡Calla, descarada! ¡Que me haces reír con esas picardías que dices!
—Pero si es verdad...
—He oído que la directora ha llamado a la hija de ella.
—¿Y eso?
—Para que venga y meta un poco en vereda a la madre. Creo que viene mañana con el yerno.
—Pues ha hecho muy bien.
—Yo, si te digo la verdad, me moriría de vergüenza si el director pidiera a uno de mis hijos que viniera para llamarme la atención. Y más por una cosa así. No sabría ni dónde meterme.
—A ver si hace efecto la visita y dejan de molestar. Porque será verdad que con la pila de años que tienen esos dos poco podrán hacer, pero vaya escandalera que hacen cada noche con tanto ruidito y tanta risa y tanta tontería...
—¡Calla, anda, que parece que te recreas...!


El amigo
De verdad que esta tía es una cachonda. ¿Me dices en serio eso de que la directora ha llamado a tu hija para que venga a regañarte? ¡No me lo puedo creer! Cuidado, espera, espera... así mejor, que al apoyarte me estabas pillando una mano ahí... Pues sí, ya me pareció que nos ponía una cara rara cuando le dijimos lo de la habitación compartida. Pero a mí no me parecía tan extraño que si estamos aquí y nos apetece pasar tiempo juntos, también queramos pasar las noches juntos, ¿no? Pues no es tan raro... Aunque claro, seguro que hay un montón de gente por ahí que no sé si por envidia o por aburrimiento o por lo que sea habrá empezado a protestar. Seguro que hay quien dice que hacemos ruído. ¡Pero si la mitad de ellos están sordos como tapias, que tienen todo el día a tope el volumen de la tele y ni así se enteran! ¡Ay! ¡Espera! ¡No me hagas eso! Que ya sabes que me hace muchas cosquillas cuando me tocas por ahí y entonces me da la risa y protestan los vecinos porque no les dejamos dormir... ¡Ay! ¡No, no, no...!

La Cabrera, diciembre de 2016.

Licencia Creative Commons
Postdata por Román J. Navarro Carrasco se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

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Esta vez, para la luna nueva de hoy, he "reciclado" un par de cosas que he escrito durante estas últimas semanas.
La primera historia, que da título a la entrada, es uno de los minicuentitos que estoy enviando al concurso Relatos en Cadena, el número 12.
En esos mismos días Ángel Zapata, mi profe de escritura creativa en la Escuela de Escritores, nos propuso como "deberes" escribir una misma narración desde varios puntos de vista y con varios tonos diferentes, al modo de Raymond Queneau en sus Ejercicios de estilo. Así, elegí a varios de los personajes implicados en la historia original y traté de contarla con sus propias voces.

Esto que cuelgo hoy es el resultado de esos "juegos"...

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