He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

miércoles, 6 de julio de 2016

El acto más audaz

El acto más audaz que puede llevar a cabo un escritor es dar este paso minúsculo, poner por escrito esa condenada palabrita que pincha con su perfecto prosaísmo el globo de las hinchadas fantasías y, luego, poner otra palabra inmediatamente a continuación. Este acto señala la decisión de ser escritor. Esta primera palabra llevada al papel tiende un puente sobre el abismo entre la persona que imagina qué puede ser eso de escribir y la que escribe. 
Al fin y al cabo, no todos los que desean escribir se hacen escritores; y eso no ocurre necesariamente por falta de talento intrínseco o por incapacidad de comunicarse mediante palabras. Muchos lectores ávidos abrigan el deseo secreto de ser escritores, pues creen que el placer que se puede obtener de la escritura es idéntico al conseguido mediante la lectura. Pero para ser escritor hay que comenzar por escribir realmente, y escribir mucho.

Del libro Sobre el bloqueo del escritor [1993] de Victoria Nelson [1945- ].

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