He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

lunes, 10 de agosto de 2015

Homicidio en Heathrow

-¡Cuánto misterio emana de los aeropuertos! Yo les cuento otro caso -dijo lord Leighton Buzzard-. Este era también un hombre de empresa, un ejecutivo importante. Tenía un vuelo que no podía perder, como suele ocurrir con los ejecutivos, y buscaba desesperadamente un taxi en la zona de Knightsbridge. Iba a firmar un contrato en Qatar, vital para su futuro. Pero algo pasaba esa mañana con el tráfico. Por fin alcanzó a ver un coche libre y le hizo una señal muy llamativa. Había dejado el maletín en el suelo y agitaba los brazos por encima de su cabeza. Ya lo sé, demasiado nervioso para ser inglés. Una dama, joven todavía, en quien no había reparado, se le adelantó con descaro y se subió al taxi. Oyó que iba también a Heathrow. Le propuso que compartieran el coche, pero ella contestó con un mohín de desagrado. Decidió volver a su casa en Montpellier Walk y tomar su propio coche. Salió hacia Heathrow a toda la pobre velocidad que le permitió el tráfico y estacionó con tan mala suerte que produjo desperfectos en un coche vecino y tuvo que demorarse dejando sus datos en el parabrisas. Muy nervioso, se precipitó hacia la sala de embarque: el vuelo ya estaba cerrado. Con la sensación de haber sido asaltado, se acercó a la barra de la cafetería y pidió un whisky doble. Se lo bebió de un trago y pidió otro. No dejaba de pensar en el contrato perdido. Entonces vio a la mujer que le había quitado el taxi. Estaba sentada a una mesa tomándose muy plácidamente un té. Se acercó y le recriminó su conducta: ella se levantó muy airada "¡está usted bebido! -le acusó- ¿cómo se atreve a hablarme así?". Notó que ni siquiera lo había reconocido y se ofuscó. Agitó el brazo en actitud de rechazo como si quisiera apartar de sí el sonido de aquellas palabras, pero lo hizo con tal fuerza que la mujer se cayó hacia atrás y se desnucó. Salió a la calle entre gritos, los suyos, y los de la gente alrededor. Corrió sin saber a dónde y un autobús de los que unía las terminales lo atropelló. Tras una semana en coma, murió. Nadie logró convencer al marido de ella ni a la esposa de él de que no había habido entre ellos una turbulenta relación amorosa.

Del libro London Calling [2015] del escritor Juan Pedro Aparicio [1941- ].

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