He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

martes, 1 de julio de 2014

La televisión

—Aquel hombre está enfadado con el otro porque ha matado a su mujer —comenta Madelief.
—Ahora se matarán entre ellos —dice Roos.
Están las dos sentadas delante de la televisión, mirando sin pestañear, conteniendo el aliento porque hay muchos muertos.
—Naturalmente, no pueden matarse entre ellos —dice Madelief—. Siempre hay uno que gana, y éste sigue con vida.
—Es muy interesante la historia —insiste Roos.
—¡Eh!, ¿qué pasa ahora? —exclama Madelief—. Allí está la mujer. No está muerta, ni mucho menos.
Sí, es así. Es extraño. La mujer incluso sonríe amablemente al hombre que, en teoría, la había matado.
—Ciertamente que ha revivido —dice Roos.
—No, ya vendrá luego. Seguramente la matarán ahora. Entonces ya verás cómo se enfadarán los hombres.
Las dos están sentadas en el borde de la silla. ¡Va todo tan rápido en la televisión! Si no estás muy atento no comprendes nada. 
—¡Cuidado! —grita Roos—. ¡Ella tiene una pistola en la mano!
—Ya lo sé —grita a su vez Madelief. Y salta de la silla—. Va a matar a ese hombre. Yo también lo habría hecho.
—Lógico —replica Roos.
La mujer, en la televisión, se cuela por una calleja oscura. Un momento después suena un disparo. Un hombre cae. La mujer corre. 
—Mira —dice Roos asustada—, se ha equivocado. Es justo su amigo. 
—¡Qué tonta! —añade Madelief, y su voz tiembla un poquito.
La mujer entra en una casa. Un hombre la besa. Se sonríen alegres.
—Y ahora va con ese tipo feo —dice Roos—. ¡Qué idiota!
—También le matará —asegura Madelief con cierta esperanza en la voz.
Pero la pelicula ha terminado. Ellas siguen esperando, pero llegan los anuncios.
—Qué bonita era —dice Madelief con un suspiro.
—Cierto —suspira igualmente Roos.

Cuento breve del libro La mudanza y otras historias curiosas [1975] del escritor holandés de literatura infantil y juvenil Guus Kuijer [1942- ], a quien acabo de descubrir estos días.

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