He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

domingo, 5 de noviembre de 2017

¿Por dónde empezamos?

—¿Por dónde empezamos? —Abrió a medias un libro y le echó una ojeada—. Supongo que tendremos que empezar por el principio.
—Él volverá —dijo Mildred—, y nos quemará a nosotros y a los libros.
La voz de la puerta de la calle fue apagándose por fin. Reinó el silencio. Montag sentía la presencia de alguien al otro lado de la puerta, esperando, escuchando. Luego, oyó unos pasos que se alejaban.
—Veamos lo que hay aquí —dijo Montag.
Balanceó estas palabras con terrible concentración. Leyó una docena de páginas salteadas y, por último, encontró esto:
Se ha calculado que, en épocas diversas, once mil personas han preferido morir antes que someterse a romper los huevos por su extremo más afilado.
Mildred se le quedó mirando desde el otro lado del vestíbulo.
—¿Qué significa esto? ¡Carece de sentido! ¡El capitán tenía razón!
—Bueno, bueno —dijo Montag—. Volveremos a empezar. Esta vez, por el principio.

Final de la primera parte de la novela Fahrenheit 451 [1953] de Ray Bradbury [1920-2012].

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