He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

sábado, 2 de enero de 2016

La utilidad de lo inútil

Empiezo el año leyendo La utilidad de lo inútil [2013], de Nuccio Ordine [1958- ], una de esas recomendaciones finas que me hace Vero de vez en cuando y que tiene una pinta extraordinaria. Acabo de empezar a leerlo y nada más abrirlo me encuentro ésto en el inicio de la introducción:

Y es precisamente tarea de la filosofía
el revelar a los hombres la utilidad de lo inútil
o, si se quiere, enseñarles a diferenciar
entre dos sentidos diferentes de la palabra utilidad.
Pierre Hadot,
Ejercicios espirituales y filosofía antigua


El oxímoron evocado por el título La utilidad de lo inútil merece una aclaración. La paradójica utilidad a la que me refiero no es la misma en cuyo nombre se consideran inútiles los saberes humanísticos y, más en general, todos los saberes que no producen beneficios. En una acepción muy distinta y mucho más amplia, he querido poner en el centro de mis reflexiones la idea de utilidad de aquellos saberes cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista. Existen saberes que son fines por sí mismos y que -precisamente por su naturaleza gratuita y desinteresada, alejada de todo vínculo práctico y comercial- pueden ejercer un papel fundamental en el cultivo del espíritu y en el desarrollo civil y cultural de la humanidad. En este contexto, considero útil todo aquello que nos ayuda a hacernos mejores. 

Y claro, estas líneas vuelven a confirmarme lo utilísimo que es, al menos para mi, este blog inútil al que dedico tanto rato...

¡Seguimos!

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