He estado de compras... y he comprado tres cosas. Lo primero: una máquina de escribir. Acabaré el capítulo seis de mi novela y seremos millonarios. La segunda: una estufa. Aquí hay calor humano pero no basta... La tercera: un despertador... porque hay que introducir el tiempo en nuestras vidas... porque nos hace falta disciplina... sobre todo a mí... y porque será la única forma de cronometrar mi tiempo.
[Ópera Prima, Fernando Trueba, 1980]

miércoles, 21 de mayo de 2014

A trompicones

Aunque ya tiene unos añitos (fue escrita en el 81), la novela A trompicones, de la escritora alemana Mirjam Pressler [1940-2019], es de lo mejorcito que he leído en literatura infantil y juvenil sobre discapacidad y fracaso escolar.

martes, 20 de mayo de 2014

Un intruso en mi cuaderno

Anoche leí Un intruso en mi cuaderno, del escritor David Fernández Sifres [1976- ], un precioso cuento sobre la amistad y la enfermedad, premio Ala Delta 2012.
Lo que al principio parece una historia tontorrona de un niño tímido se va enriqueciendo poco a poco, añadiendo detalles importantes y sorprendentes que hacen un final muy hermoso. El tema de la enfermedad se va introduciendo de forma muy sutil y cuando ya has leído la mitad del libro te das cuenta de que se ha vuelto el centro de la historia.
Por buscar alguna pega, creo que me sobran algunas cosas del epílogo, que me resultan algo forzadas.
En cualquier caso un librito muy recomendable para niños y niñas hasta unos 10 años.

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viernes, 16 de mayo de 2014

jueves, 15 de mayo de 2014

Las cosas nunca son sólo cosas

Sábado 6 de abril de 1996
Una vez por semana me las encuentro en una calle en cuesta. Me las llevo a casa y las miro vivir. Aparentemente son flores. Aparentemente. Las cosas nunca son sólo cosas. Estas por ejemplo, unos tulipanes, hacen que en la casa resuene una nota alegre, fraterna. Los libros que no puedo resistirme a abrir son menos generosos. Los libros no saben, como los tulipanes, morir y nacer de nuevo y finalmente morir sin más. Lo que ayuda, es lo pasajero. Lo que aspira a lo eterno no resulta de ningún consuelo.

Primera entrada del libro-diario Autorretrato con radiador, del escritor francés Christian Bobin [1951- ].

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martes, 13 de mayo de 2014

Libros electrónicos y libros en papel

Me encanta el libro en papel y me encanta el libro electrónico. Ningún problema, ninguna nostalgia. Veo claro que cada formato tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El libro electrónico me parece el invento definitivo para llevarte lecturas de viaje, por ejemplo.
Sólo una pega: siempre me ha gustado muchísimo, al llegar a casa de alguien, curiosear entre sus estanterías para ver qué libros tiene. Eso se acabó. [Ya lleva un tiempo pasando lo mismo con la música...]
Tengo alguna pega más, pero supongo que todas soslayables: no me gusta usar el electrónico para libros que quiero subrayar, tengo mis conflictos con el tema de los derechos y la piratería (eso lo dejo para otro post), me gusta forrar los libros que leo y usar el forro para anotar cosas....

El caso es que hoy me he encontrado esto sobre el tema, y me ha gustado mucho:

Una de las muchas cosas que me gustan de los libros es su pura corporeidad. Los libros electrónicos quedan fuera de la vista y caen en el olvido. Pero los libros impresos tienen cuerpo, presencia. Algunas veces, claro, te eluden ocultándose en lugares improbables: en una caja llena de viejos marcos de fotos, pongamos por caso, o en el cesto de la colada, envueltos en una sudadera. Pero otras veces te reconfortan, y uno literalmente tropieza con volúmenes en los que llevaba semanas o años sin pensar. Veo libros electrónicos a menudo, pero nunca me persiguen. Me hacen sentir, pero no puedo sentirlos. Son alma sin carne, sin textura ni peso. Se te pueden meter en la cabeza, pero no pueden asestarte un golpe físico.

Lo he encontrado en la novela autobiográfica El club de lectura del final de tu vida, del estadounidense Will Schwalbe [1962- ], que por cierto, me estoy leyendo en papel.

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lunes, 12 de mayo de 2014

Christine Nöstlinger

Estos días he estado leyendo varios libros de la escritora austriaca de literatura infantil y juvenil Christine Nöstlinger [1936-2018].
  • Un marido para mamá
  • Una historia familiar
  • ¡Vuela, abejorro!
  • Wetti y Babs
  • Hugo, el niño en sus mejores años
En general magnífica, absolutamente recomendable. De vez en cuando leo cosas destinadas a público infantil o juvenil que me resultan un poco rancias, con ideas más propias de la infancia de mis padres que de la de mis sobrinxs. Nada que ver con las novelas de Nöstlinger: frescas, actuales, plenamente vigentes muchos años después de haber sido escritas, removedoras...

Dos cosas que me han gustado mucho de varias de estas novelas:

- Una de ellas la cuenta muy bien el artículo de la wikipedia sobre la autora: "sus libros nacen de problemas reales abordados sin dramatismo y casi siempre con humor o ironía".
- Y la otra: en muchos de sus libros las historias no quedan cerradas del todo. Aparentemente se resuelve el "conflicto" que se plantea en la novela, pero no del todo. La vida es más complicada que las películas de Hollywood y en la realidad raramente se dan "finales felices definitivos". Irónicamente en la última página de una de estas novelas con uno de esos finales más o menos abiertos (Una historia familiar) encuentro este párrafo:

Gretchen se dejó caer en su asiento y trató de prestar atención al profesor de Lengua. Este se lamentaba de que la mayoría de las redacciones no tuviesen un verdadero "final". ¡Lo que no se podía hacer, decía, era estar escribiendo durante cincuenta minutos para luego, cuando tocaba el timbre, poner punto final en cualquier sitio! Antes de empezar una redacción, dijo, había que pensar muy bien qué se quería escribir.

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